Tic, tac. Tic, tac. Tic, tac. Tic, tac.
No me deja dormir. Lo detesto con todas mis fuerzas. Me distrae de mis pensamientos y me recuerda que el tiempo pasa, y que no puedo descansar si estoy despierto. El terrible sonido me persigue dentro de mi cabeza, por los pasillos, en mi escritorio, en mi cama, por todas partes.
Nunca termina, nunca pausa, nunca descansa. Y tampoco yo.
Tic, tac. Tic, tac. Tic, tac.
¿Qué hora es? Siento como si no hubiese dormido en una década, pero aún así no puedo dormir. Cada segundo que pasa es eterno. Pero la somnolencia no es suficientemente poderosa para hacerme dejar de oírlo. Tengo que hacer algo, hoy mismo. Siempre es igual, paso noches enteras divagando, contemplando, pensando en cómo hacer que se detenga, tramando un plan maestro que me permitirá hacerlo callar. El maldito sonido inhibe mi sueño y mis pensamientos.
Tic, tac. Tic, tac. Tic, tac.
Es medianoche. Entra un frío terrible por la ventana, me levanto a cerrarla. Contemplo la luna, blanca, serena, apacible. Seguramente duerme. La luna duerme, pero yo no. Calzándome, me recuesto de un sillón viejo y agradable. Cruzo los dedos frente a la cara, apoyando los codos en los brazos del sillón. Las siluetas de mi habitación, en las penumbras de la noche, forman rostros horribles, figuras retorcidas, cosas sin nombre. Pareciese que allí hay una cara que me observa, pero solo son unas arrugas en la alfombra, nada que temer. Lo único que puede causarme horror, es el maldito sonido.
Tic, tac. Tic, tac. Tic, tac.
Lo escucho. Me concentro en él y lo internalizo. Cada vez que suena me recuerda que pasa el tiempo, que la vida continúa inexorablemente hacia su fin. Enciendo una lámpara, tomo mi bata, ato el cinto y voy abajo. Afuera ha empezado a llover. Al mirar por la ventana las negras siluetas de la ciudad, de sus edificios, plazas, torres y monumentos, no puedo sino envidiar a aquellos que descansan. Porque para mí no hay paz, solo la interminable tortura que me persigue día a día y todas las noches.
Tic, tac. Tic, tac. Tic, tac.
Ya no lo soporto. He de terminar con esto de una vez. Lo destruiré. Haré que pague, y al fin podré descansar. Lo odio. ¡Maldito! ¡Maldito seas, hasta hoy te escucharé! –grito en la oscuridad y el vacío. Voy a la cocina, llevando mi lámpara. Tomo del mesón un cuchillo, y vuelvo a mi habitación. Estoy decidido a terminarlo de una vez.
Tic, tac, tic, tac, tic, tic, tac, tic, tac.
De pie sobre mi cama, miro a la Luna, miro a la ciudad, miro hacia el cielo nublado, la brisa que mueve los árboles y la lluvia que ahora a empezado a caer mucho más fuerte. Escucho el ulular del viento.
Tic, tac, tic, tac, tic, tic, tac, tic, tac, tac, tic, tac.
¡Éste es tu fin! –exclamo con el cuchillo contra mi pecho. Me lanzo hacia la cama y se clava en un solo movimiento, recto, perfecto.
Tic, tac, tic, tac, tic, tac.
Tic, tac, tic… tac… tic… tac…
Tic…
tac…
tic…
Al fin podré descansar.