No pretendo saberlo todo. No pretendo ni siquiera saber algunas cosas de la forma correcta o en la completitud necesaria. Ni siquiera pretendo estar en lo correcto. No obstante, puede ser que lo esté. En mi experiencia en particular, he encontrado sentido a algunas cosas que no siempre te enseñan. Y con "no siempre" quiero decir que "no te las enseñan" y que incluso "te las ocultan".
![]() |
"Les diré el mínimo necesario para que apenas puedan funcionar en la sociedad. Abran sus libros, página doscientos diez." |
Reconozco que una vez te vas haciendo mayor encuentras cierto placer sádico en ver como las personas más jóvenes que tú cometen errores trágicos que tú bien sea cometiste con anterioridad o que evitaste--no pretendo cambiar eso. La schadenfreude tiene su lugar en el mundo como todo lo demás.
Más bien, son principios que no siempre son evidentes, ni en la crianza ni en la escuela, y que nos toca aprender en el camino (pero no todos lo consiguen), como por ejemplo:
1. Dudar
Desde las películas de Disney (Sí, tú Walt Disney, eres un mentiroso descarado) hasta los libros de autoayuda, los foros, y los amigos bien intencionados, todos te dicen continuamente la siguiente frase cuasi-mística:
"DEBES CREER EN TI MISMO"
Cada vez que la escuchamos, imaginamos a alguien a quien su Maestro, Sensei, o Mejor Amigo se la dice, e instantáneamente esa persona empieza a creer en sí misma y supera grandes obstáculos.
![]() |
Clee en ti mismo. Ahola tláeme el almuelzo y vete a limpial el baño. |
Lo que nunca te enseñan es que también cabe siempre la posibilidad de que seas Tú quien está equivocado, de que Tú en efecto no puedas superar ese obstáculo. Además que eso sea lo más probable.
Eso es parte de la filosofía del no dudar que está tan difundida por todas partes. Sin embargo, dudar es una de las cosas más saludables que se deben hacer. Es incómodo porque los humanos necesitamos afianzarnos en ciertas cosas para sentirnos bien. Porque somos unos cobardicas.
El desarrollo científico y tecnológico de la Humanidad demuestra que no somos ajenos a dudar de la naturaleza; por ejemplo, dudar es lo que nos llevó como especie entender que los rayos que caían no eran obra de Zeus sino de la electricidad, porque en algún momento alguien dudó de que eso fuera así, e investigó.
Se dice que la duda es sinónimo de inteligencia, así que deberían enseñarnos, desde pequeños, a actuar de forma inteligente. Pero lo que se enseña es que la figura del profesor o del padre o de la madre o del líder son infalibles, que lo que dice en el libro es lo que es, que lo que está escrito en la enciclopedia es absoluto. Pero nunca nos enseñan a dudar que sean nueve planetas del Sistema Solar, que Santa Claus te trae regalos o que el número PI sea el mejor para enseñar a calcular las circunferencias.
Ello, en un nivel más profundo, nos hace cultivar nuestras propias creencias como seguridades, como cosas absolutas --nos hace convertirnos en personas que no cambian de opinión aunque les presentes los hechos en la cara, porque no dudan. No quiero decir que tener seguridad de ciertas cosas o de las personas en algunos ámbitos no esté bien, porque si no pudiésemos confiar en nadie tendríamos un mundo muy hostil en cual vivir. Pero podemos dudar libremente de ideas, de hechos, de informaciones, y tenemos que hacerlo por nuestro propio bien.
La duda es el trampolín a la curiosidad, la curiosidad lleva a la investigación, la investigación lleva al aprendizaje, y el aprendizaje es crecer. Duda de ti mismo, duda de todo lo que lees y de todo lo que escuches. Duda siempre.
2. Abandonar rituales
A todos nos inculcaron buenas costumbres (dependiendo por supuesto de la cultura), como levantarnos temprano, hacer la cama, cepillarnos los dientes, sacar la basura, sacar a tus hermanos para que puedan hacer sus necesidades...
Pero lo que nadie nos explicó fue como liberarnos de costumbres que ya nos hemos creado. No estoy hablando sobre el alcoholismo, tabaquismo, drogas, procrastinación o cualquier otro hábito que vaya en contra de nuestro bienestar.
Estoy hablando de cosas que no son precisamente obvias, y que nos generan una esclavitud mental de la que no nos libramos nunca porque no lo notamos. Y en cierta forma son adicciones, porque no nos sentimos bien cuando no cumplimos con estos rituales autoimpuestos, o incluso afectan nuestra productividad, tiempo o salud sin notarlo.
Los videojuegos, las redes sociales, o el bálsamo labial pueden ser adicciones, a nivel químico o psicológico (aunque todas las adicciones son en el fondo la adicción del cerebro a uno u otro químico, en especial endorfinas).
Yo sugiero aprender a obligarse a sí mismo a hacer las cosas siempre de manera diferente. Un día decide que abrirás las puertas y pulsarás los interruptores de tu casa con la mano opuesta, por ejemplo. O que en vez de comer ciertos grupos de comida siempre juntos pruebes con lo opuesto (Por ejemplo, si siempre comes bisteck con arroz, prueba comer bisteck con pasta, aunque yo desapruebo eso en términos fuertes, culinariamente hablando). O trata de dormir con la luz encendida, o con música, o con ruido, o de levantarte tarde aunque no puedas seguir durmiendo. Prueba a romper tus esquemas, y a la larga serás una persona que es libre incluso de sí misma.
Y en casos de emergencia o de necesidad puede ser bastante útil que puedas adaptarte rápidamente a circunstancias diferentes, porque tus propias costumbres y rituales no se meten en el medio para hacerte infeliz por no cumplirlos o para hacerte sentir incómodo.
3. El verdadero significado de las palabras
Un obstáculo con el que me encuentro a menudo en mis conversaciones, es que la gente no tiene idea de qué acabo de decirle, o que entiende algo completamente distinto a lo que quise decir. Esto de por sí le sucede a todo el mundo, pero estoy consciente de un hecho: Yo soy extremadamente claro al hablar. Utilizo mis palabras con la mayor precisión que puedo permitirme en todo momento. Prefiero que la gente me entienda.
Y el gran obstáculo es que mi interlocutor piensa que estoy hablando en chino, o que dije algo que no tiene nada que ver.
Por ejemplo, si alguien me pregunta si voy a ir a un evento, las dos respuestas que le daría pueden ser: "Probablemente" y "Posiblemente", combinadas con un "sí" o un "no" de acuerdo a lo que quiera decir. ¿Por qué? Porque como soy una persona que duda (ver arriba), yo nunca voy a estar seguro de si podré asistir al evento, o me pasará algo por el camino o en mi casa. Diré "probablemente" porque tengo toda la intención de ir, y si no sucede nada iré. Diré "posiblemente no" porque quizás tengo algo que hacer, pero si ese plan falla entonces es posible que vaya al evento. Generalmente la gente entiende que no quiero ir, o que iré si me da la gana.
"Posiblemente" significa que existe una posibilidad (obviamente) de que algo suceda. De que siempre podría suceder, aunque sea más o menos "Probable". "Probablemente" quiere decir que hay menor incertidumbre con respecto a si un suceso tendrá lugar o no. (Esto a niveles prácticos lingüísticos)
También sucede lo opuesto, cuando una persona utiliza una expresión o una palabra de forma inadecuada, y tu entiendes algo diferente a lo que esa persona quiere decir. Si vamos atrás a nuestro período académico, recordaremos la Teoría de la Comunicación esa que tanto la profesora se empeñó en explicar, con poco éxito, recordaremos que a grosso modo se trata de un emisor, un mensaje y un receptor. Pero existe un acuerdo entre el emisor y el receptor, que es el Código. Nuestro código es nuestro idioma, y tiene que ser manejado por igual por ambas partes.
![]() |
En el año 3100 todavía estaremos usando Cliparts de Office 97. |
En la escuela se enseña tan mal, por lo general, que es igual que si no lo hicieran.
Saber lo que estamos diciendo es valioso además en el entorno académico y laboral, donde existe una gran cantidad de zombies entrenados para usar casi exclusivamente cierto vocabulario. Comprenderlo es vital para hablar con ese tipo de personas. Y aprender un mayor número de palabras para poder expresar mejor nuestras ideas es vital para nosotros como seres pensantes. Nuestra mente es, después de todo, del tamaño de nuestro vocabulario.
Para terminar, en general serás una persona más feliz al entender mejor el mundo que te rodea, y te dará un menor grado de incertidumbre en lo que ves, como cuando comprendes chistes rebuscados.