Vacío



- Esperaba que llegaras más temprano. -Dije, fingiendo molestia.
- Y yo esperaba que tú llegaras más tarde. -Replicó ella en el mismo tono.

Nos abrazamos. Siempre nos tratábamos así por cariño.

Melissa es de esas mujeres a las que uno simplemente no puede resistirse. No es una belleza espectacular como para que uno se intimide, y aún así es muy hermosa. Tiene el cabello castaño, del que se pinta un mechón amarillo claro para llamar la atención. Ojos un poco achinados, marrones, con pestañas largas y femeninas. Sus labios finos y nariz respingona hacen juego. Es de complexión esbelta: ni gorda ni flaca. Tiene el peso justo para sus 1.65 de estatura. Sus curvas justifican eso.

Nos sentamos a comer. Era comida china, barata. Nunca fuimos presumidos con nuestras escapadas. Todo era sencillo, lleno de encanto.

El único problema en nuestra relación, era su esposo.

Ella no lo dejaba, no por los hijos, porque no tenían, ni porque él fuese rico, que no lo era. Simplemente porque así me hacía sufrir, la muy descarada. Se divertía engañando al marido y haciendo que su amante, yo, sufriera por esperar a que se decidiera.

Sin embargo, ese día yo ya estaba cansado y había tomado una decisión de antemano. Terminaría con ella esa noche, tras ocho años de aventuras. Yo ya no podía mantener la mentira, tenía que terminar el juego.

Tenía que respetarme a mí mismo. Nunca tendría, digamos, mi propia familia si seguía así. Vivía por la mujer de otro hombre.

- Tengo un asunto muy serio que tratar contigo.
- ¿Ah, sí? ¿Y qué será? -Preguntó juguetonamente. Abrió mucho los ojos, mirándome de forma coqueta.
- Estoy terminando contigo, Melissa. Aquí y ahora.
- ¿A qué estamos jugando ahora? -Preguntó sonriendo.
- A nada, cariño. Te amo, pero no puedo ser tu juguete mucho tiempo más. Mi vida es vacía, o casi vacía.
- ¿Qué cosas dices? -Su disgusto se hizo visible. Estaba ofendida. Perfecto.
- Sí. Mi vida es vacía por causa de ti. Ya no hago nada salvo trabajar por tus caprichos. Eres adorable y te amo, pero yo no puedo mantener esta vida mucho más.
- No te permitiré ésto. No puedes dejarme así. -Dijo, alterada.
- Sí puedo y estoy haciéndolo. Ni siquiera sé el nombre de tu esposo, o como luce. No sé cómo es tu vida. Solo te conozco aquí y en la cama, y ha sido así por ocho años. Del resto para mí eres como un espejismo. Últimamente me siento como un espejismo yo mismo.
-¡Vete de aquí! -Exclamó, con lágrimas en los ojos, muy alterada.

Le hice caso. No quería una escena en un restaurante chino, y ya había dicho lo que tenía que decir. Me marché de allí y tomé un taxi hacia mi apartamento. Llegué, arrojé las llaves, la billetera y el abrigo a la cama. Mi apartamento era pequeño y con pocas comodidades.

Me sentía vacío. Me sentía sin propósito. Sentía como si no existiera.

Y efectivamente, empecé a dejar de existir. Me mareé y busqué una silla. Todo daba vueltas y de pronto empecé a ver a través de un túnel. Luego todo fue paz y luz.

Entonces, desaparecí. O mejor dicho, me uní. Miles de recuerdos de cosas que nunca había vivido llegaban a mi mente, traídos de ninguna parte.

Entonces lo supe todo.

Me di cuenta que durante ocho años no había hecho otra cosa que engañarme a mí mismo.

Con mi esposa.
Share!
Tweet!
E-Mail