Música. Solo escuchaba música, que inundaba todo y difuminaba mis pensamientos. La música era triste, podía sentir como me rompía el alma, como la enviaba a un abismo y la destruía, la quemaba, la consumía. Luego con suavidad volvía a construirla, con la única intención de volver a deshacerla. Hacía mucho tiempo que la escuchaba. Ya no podía recordar cuanto, ¿una hora? ¿una vida?
Mis músculos estaban dormidos. El movimiento era imposible, y el esfuerzo, inútil, completamente sofocante. No podía despertar, no estaba durmiendo. Tampoco podía dormir, porque no encontraba mi consciencia. Simplemente me mantenía catatónico en ese estado de trance, sin poder hacer nada, excepto escuchar la música eterna, que sonaba sin pausa más que para volver con más fuerza.
No hacía calor en mi “lugar”. No hacía frío. En realidad no podía percibir si hacía una cosa u otra. Al abrir los ojos, era como si estuviesen cerrados, cerrados por siglos, y no podían ver. Los moví a mi alrededor, buscando imágenes. Todo aquello era una penumbra, una masa sin forma.
Entonces pude ver una luz. Era brillante, inundaba cada rincón y llenaba de colores todo aquello que me rodeaba. Brincaban los amarillos, refulgían los rojos y estallaban el verde, el naranja y el violeta. La luz se movía. Bailaba, revoloteaba por todas partes. Como un fuego fatuo, una llama en el agua moviéndose al vaivén de las ondas. Con la luz venía otra música, diferente, majestuosa. Era imponente como trompetas y delicada como violines. Me acerqué a la luz: ¡Podía moverme!
Con dolor extendí mi mano entumecida, para intentar alcanzarla. Era cálida, y entonces descubrí que yo mismo estaba helado. Cada vez con un dolor más intenso, me estiré un poco más. Casi logro tocarla. Pero la luz se asustó. Por el frío o por la oscuridad o por mi ímpetu, nunca lo sabré. Se fue haciendo menos brillante mientras se alejaba. Ya no escuchaba las trompetas. La penumbra volvía, y el último destello desapareció en la distancia, donde pude ver una silueta horrenda que se acercaba a mi luz. La silueta la tomó y se alejó.
Escucho música. Una música triste que no termina.