Los Mundos Engullidos



Cuando era niño veía una serie animada llamada Espartaco y El Sol Bajo El Mar (España y Latinoamérica). La serie original en francés se llama Les Mondes Engloutis. Fue creada en colaboración entre una casa productora francesa y una coreana en 1984. Yo la vi en los 90’s.

Para más información seria dejo el link de Wikipedia en francés, inglés y español.

 

borrar

Muy, muy vieja la serie.

 

Ésta era una serie totalmente surrealista, con inspiración en una gran cantidad de relatos y culturas que no alcanzo a apreciar porque no  conozco todas las referencias. Sin embargo, era una serie para niños, con una trama sencilla y fácil de seguir (por lo menos para mí Eye rolling smile) y dibujos, si bien no de la altísima calidad del anime o cartoons de hoy día, bastante agradables.

Yo alcancé a ver los 52 capítulos completos, cosa que me causó mucha impresión, especialmente el final. Nunca he podido olvidar los nombres Espartaco, Arkana, Matt, Rebeca, Bic, Bac, Therig, Mighty Matt ¡y los Triggies!triggie2

Y nunca he podido dejar de ver el mundo de forma surrealista y bizarra, pero supongo que todo el mundo es así.

cspartakus

La cuestión es que aparentemente la serie fue vista por muchísima gente, y todo el mundo sufre una especie de ataque esquizofrénico paranoide de nostalgia al oír hablar de ella, ver un artículo en internet o lo que sea. Sí, yo también quiero la serie, pero tras años de búsquedas infructuosas en Google, Rapidshare, Megaupload, whatever-load-share doy por tirada la toalla. He pensado en acercarme al canal de TV donde la trasmitían y pedir que me la regalen, o que la pasen otra vez para grabarla, lo que sea. Quiero verla otra vez en mi idioma.

La conseguí en francés (nuevamente, use Google y lo que busca será hallado), y ahora empecé a estudiarlo a ver si puedo verla.

cbicbac

La historia es excelente, aquí un pequeño resumen: En algún momento el mundo se fue a la porra y los Arcadianos terminaron en el centro de la Tierra viviendo de un sol artificial, que para colmo tiene el carburador dañado y tienen que buscar una condenada piedra llamada la Oracita para repararlo y evitar que todos se vayan al cuerno. Los protagonistas se pasan los primeros 53 episodios en éste plan, conociendo una multitud de personajes y viviendo aventuras extraordinarias.

Lo que más me gusta de la serie es la forma en la que combina una ciencia ficción dura (sí, es ciencia ficción dura, la tecnología que muestran es impresionantemente avanzada, digna de relatos al estilo de Frank Herbert o Larry Niven) con cosas de culturas antiguas, incluyendo al Emperador Qin si mal no recuerdo, o a un personaje muy parecido a Einstein que andaba buscando a la mujer, perdida en los estratos.

carkana

Y esa es otra cosa, los estratos. Me recordaba tanto la primera novela que leí (Viaje al Centro de la Tierra, Julio Verne) que vivía fascinado con la viajadera por las capas geológicas del planeta en la nave inteligente Therig. Todo, todo es fascinante en esa serie, si se ve con detenimiento. Claro que a esa edad yo la disfrutaba de otra manera.

Recuerdo especialmente un episodio donde visitan las ruinas de nuestro mundo actual, con edificios y rascacielos consumidos por la selva. Las ideas detrás de cada episodio eran increíbles. Fue uno de los grandes impulsos que tuve de pequeño para amar la ciencia ficción.

ctehrig

Realmente quisiera que la volvieran a trasmitir, para llorar de la nostalgia y cantar a todo pulmón: Tuuuuuu, niño de la Tierra escúchameeeee…

Como no faltaba más, para hacer lloriquear un poco a aquellos que como yo, darían cualquier cosa que trasmita ahora Nickelodeon a cambio de esa serie, aquí coloco la banda sonora, en versión latina.

Créditos de las imágenes para que no me demanden (Images come from this website, I don’t like being sued): http://tehrig.tripod.com/show.htm <--- Ahí también pueden ver otra info interesante y tienen mucho contenido multimedia, lista de episodios, etc.

triggie

¡Triggies!


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Iceberg



 

Texto original publicado en el Kakoto el 1º de Octubre de 2007, rescatado por su escaso valor histórico.

Si una roca de hielo flotante ves acercarse
y crees que todos van a ahogarse
grita duro "ahí viene un iceberg!"
y como no sé que rima con iceberg
después llamarás al capitán
y también al timonel
y como verás que están
dormidos a granel
deberás despertarlos
y sin asustarlos
diles que se van a estrellar
contra un cubo gigante de hielo
que flota a la deriva en el mar
el capitán sin dudar un instante
y con nervios de acero
sin que se le mueva siquiera el pelo
pedirá que nadie se vaya a cagar
porque un pedazo gigante
de agua congelada con esmero
por el frío clima del ártico
contra el barco se va a estrellar
que todos aborden los botes
y que de insumos traigan los potes
y así la tripulación obediente
ponen a reguardo a la gente
mujeres, niños y hombres
y cuando cuentan los nombres
es menor de botes el numero
que de pasajeros y carga
así que un gentío se amarga
por que dicen "yo hasta aquí llego"
cuando el barco al final se hunde
y se congela la muchedumbre
unos gritan, otros se ahogan
pero al final de este peo
pandemónium, desastre
los que en los botes subirse logran
se salvan y pasan el lastre
y así los barquitos colapsan
y luego algunos, locos, se lanzan
para salvar a su gente
días después, entre la muerte
llega el rescate, y al final de la muerte a mansalva
te das cuenta que el protagonista no se salva.


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Ritmo



 

 

clock2

 

Tic, tac. Tic, tac. Tic, tac. Tic, tac.

No me deja dormir. Lo detesto con todas mis fuerzas. Me distrae de mis pensamientos y me recuerda que el tiempo pasa, y que no puedo descansar si estoy despierto. El terrible sonido me persigue dentro de mi cabeza, por los pasillos, en mi escritorio, en mi cama, por todas partes.

Nunca termina, nunca pausa, nunca descansa. Y tampoco yo.

Tic, tac. Tic, tac. Tic, tac.

¿Qué hora es? Siento como si no hubiese dormido en una década, pero aún así no puedo dormir. Cada segundo que pasa es eterno. Pero la somnolencia no es suficientemente poderosa para hacerme dejar de oírlo. Tengo que hacer algo, hoy mismo. Siempre es igual, paso noches enteras divagando, contemplando, pensando en cómo hacer que se detenga, tramando un plan maestro que me permitirá hacerlo callar. El maldito sonido inhibe mi sueño y mis pensamientos.

Tic, tac. Tic, tac. Tic, tac.

Es medianoche. Entra un frío terrible por la ventana, me levanto a cerrarla. Contemplo la luna, blanca, serena, apacible. Seguramente duerme. La luna duerme, pero yo no. Calzándome, me recuesto de un sillón viejo y agradable. Cruzo los dedos frente a la cara, apoyando los codos en los brazos del sillón. Las siluetas de mi habitación, en las penumbras de la noche, forman rostros horribles, figuras retorcidas, cosas sin nombre. Pareciese que allí hay una cara que me observa, pero solo son unas arrugas en la alfombra, nada que temer. Lo único que puede causarme horror, es el maldito sonido.

Tic, tac. Tic, tac. Tic, tac.

Lo escucho. Me concentro en él y lo internalizo. Cada vez que suena me recuerda que pasa el tiempo, que la vida continúa inexorablemente hacia su fin. Enciendo una lámpara, tomo mi bata, ato el cinto y voy abajo. Afuera ha empezado a llover. Al mirar por la ventana las negras siluetas de la ciudad, de sus edificios, plazas, torres y monumentos, no puedo sino envidiar a aquellos que descansan. Porque para mí no hay paz, solo la interminable tortura que me persigue día a día y todas las noches.

Tic, tac. Tic, tac. Tic, tac.

Ya no lo soporto. He de terminar con esto de una vez. Lo destruiré. Haré que pague, y al fin podré descansar. Lo odio. ¡Maldito! ¡Maldito seas, hasta hoy te escucharé! –grito en la oscuridad y el vacío. Voy a la cocina, llevando mi lámpara. Tomo del mesón un cuchillo, y vuelvo a mi habitación. Estoy decidido a terminarlo de una vez.

Tic, tac, tic, tac, tic, tic, tac, tic, tac.

De pie sobre mi cama, miro a la Luna, miro a la ciudad, miro hacia el cielo nublado, la brisa que mueve los árboles y la lluvia que ahora a empezado a caer mucho más fuerte. Escucho el ulular del viento.

Tic, tac, tic, tac, tic, tic, tac, tic, tac, tac, tic, tac.

¡Éste es tu fin! –exclamo con el cuchillo contra mi pecho. Me lanzo hacia la cama y se clava en un solo movimiento, recto, perfecto.

Tic, tac, tic, tac, tic, tac.

Tic, tac, tic… tac… tic… tac…

Tic…

tac…

tic…

Al fin podré descansar.


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Aventuras de Tienda



ElectroComp – La Cascada

Javier: Hola, buenas tardes.
--Ujum
Javier: Estoy buscando un convertidor SPDIF de 3.5mm estéreo en ‘Y’, de un conector a dos puertos, quisiera saber el precio
3.5mm-stereo-plug-to-2x-3.5mm-stereo-sockets-gold
--No tenemos.
Javier: ¡Hay uno en el mostrador, yo lo vi! Es como una ‘Y’, de un macho y dos hembras, de enchufe de audífono…
--En el otro piso.
Javier: En el otro piso…
--Sí, arriba.
Javier: Bueno, iré allí.
(Subo al otro piso)
Javier: Hola, buenas tardes.
--Buenas noches.
Javier: Todavía es de día—Disculpa, abajo me dijeron que habría una 'Y’ de enchufe de audífono, de un macho y dos hembras.
--Uhm, déjame ver chamo, no sé si hay.
Javier: Pelotudo—Vale, gracias.
(Sigo al tipo hasta otro mostrador)
--No tenemos.
Javier: ¡Pero abajo hay uno en el mostrador!
--Pero no tenemos
Javier: Ni siquiera miraste en los estantes, triple pelotudo—Bueeeno, ¿y entre esos cables no habrá?
--A ver… Tenemos éste.
Javier: ¿Cuánto cuesta?
(El tipo prueba en un computador que tiene al lado, no sirve. Se va hasta el primer mostrador, del otro lado de la tienda y lee el código de barras. Lo sigo)
--30 Bsf..
Javier:  Careros de la mierda—Esteee, no llego. Pasaré en la semana—Pero vaya Dios a saber en cuál.
--Uhjum.

Cibercafé donde venden cablecitos y conectores – Dos días después.

Javier: Buenas tardes.
-- Buenas noches.
Javier:  La gente tiene un problema grave con eso de la hora. Deberían salir afuera de vez en cuando—Disculpe, ¿puede abrir un momento ese mostrador para ver los plug?
--Un momento señor.
(7 minutos y medio después, los cuales pasé mirando TODA la tienda)
--Ajá, ¿que busca?
Javier:
 3.5mm-stereo-plug-to-2x-3.5mm-stereo-sockets-gold
--No tenemos.
Javier: Dios mío dame paciencia—Hay uno en el mostrador, ¿Podría vendérmelo?
--No.
Javier: ¿Por qué no? No me importa que sea el del mostrador, quiero comprarlo.
--Porque esa es la muestra. No puedo vendérselo.
Javier: ARRRRRRGGGGGGHHHHHH, mmmmmmmmmmpppphhhh grrrrrrrrr… 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30 31 32 33 34 35 36 37 38 39 40 41 42 43 44 45 46 47 48 49 50 51 52 53 54 55 56 57 58 59 60 61 62 63 64 65 66 67 68 69 70 71 72 73 74 75 76 77 78 79 80 81 82 83 84 85 86 87 88 89 90 91 92 93 94 95 96 97 98 99 100… Javier, tranquilo. El día en que matarás a alguien no será hoy, respira—Bueno, gracias de todas formas. Hasta luego, buenas noches.

RCA Electrónica – La Cascada – Al día siguiente.

Javier: Hola, buenas tardes.
--Buenas noches amigo, ¿en qué te puedo ayudar?
Javier: ¿Qué nadie ve la luz solar ahí fuera? ¡Por las ruedas del carruaje de Helios!—Estoy buscando
 3.5mm-stereo-plug-to-2x-3.5mm-stereo-sockets-gold
quisiera saber que precio tienen…
--(Va a una computadora) *click, click, tac tac tac, tac tac tac tac, enter* Amigo, cuestan 5 BsF. Pero se nos acabaron ayer…
Javier:
RageFace (1)
… DE LA MADREEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE 1 2 3 4 5 6 7 8 9…—No importa ^_^ gracias de todas formas, pasaré luego a ver si hay.

Otra Tienda – Más tarde.

Javier: Buenas noches.
-- Buenas noches, dígame.
Javier:


3.5mm-stereo-plug-to-2x-3.5mm-stereo-sockets-gold
quisiera saber que precio tendría.
--No tenemos. En Caracas los consigues chamo. Hace tiempo que no los traen.
Javier: Gracias, hasta luego.

Otra Tienda Diferente, en Caracas, tres días después.
Javier: Buenos días.
-- Buenas tar- Buenos días.
Javier: Increíble—¿Será que tienen
3.5mm-stereo-plug-to-2x-3.5mm-stereo-sockets-gold
por casualidad? ¿Y a qué precio saldría?
--Déjame ver chamo.
(El tipo se adentra en un almacén. Vuelve luego de un minuto)
--No tenemos.
Javier: Gracias, hasta luego.
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Electricidad



Sandra baila como nunca. Con la botella de agua en una mano, y barra fosforescente en la otra, Sandra es como un demonio, un súcubo, danzando al compás de la incesante música. El techno y el dance son para ella como una suave alfombra sobre la cual deslizarse. Los beats llevan sus brazos y su cintura de un lado a otro con una dulzura violenta.

El local es oscuro, y cientos de siluetas se mecen y deslizan a su alrededor. Ella les ignora, para ella las gentes aglomeradas en la discoteca son como sombras en una pared de mármol negro. Cambia la canción, y también su estilo de baile. Baila, baila baila… porque no puede existir nada más. La música, el éxtasis y el baile. La píldora le permite disfrutar más intensamente de la música y puede bailar por horas.

Sandra ha estado bailando durante varias, unas cinco o seis. No se detiene, pues el ritmo es más poderoso que el cansancio. El DJ se retira, viene otro y continúa la fiesta. Bebe más agua. Sigue bailando. Sus amigos y amigas la observan divertidos. Ella es instructora de baile, sus pasos no se equivocan, sus giros son perfectos, su silueta es armoniosa.

Van dos días. Sandra aún se mueve igual que al principio. Todavía bebe de la misma botella de agua, que parece no terminarse. La electricidad recorre su cuerpo, la llena de energía, y no se detiene. Ahora ponen salsa. Un chico la toma de la cintura y de la mano, y ahora Sandra se enlaza con él en una danza más difícil. Pero él es bueno, y juntos siguen los complicados pasos como si lo hubiesen hecho siempre. Ella gira y él la sostiene, él gira con gracia y Sandra le sigue. Suena ahora house, se separan y ella baila, baila sin parar.

------

—No conoceremos la extensión del daño—dice el Doctor, con la preocupación marcada en su frente—hasta que no tengamos los resultados del EEG.

—Está bien, pero por favor díganos cuanto antes—responde el padre de Sandra.

—Por supuesto, no se preocupe por ello, lo sabrá en la brevedad que sea posible. Por lo que sabemos sufrió lesiones muy graves. Los pacientes en coma tienen un tiempo “de gracia” de unos tres meses, durante los cuales tiene muchas más probabilidades de despertar, luego de eso, es cada vez menor…

—Lo sabemos, el otro doctor nos explicó ayer toda la… dificultad, de la situación. Ahora, con su permiso, estaré en la habitación, me incomoda alejarme de ella.

-----

Han pasado dos meses, y Sandra baila eléctricamente, como una diosa, como un ángel. La fiesta no termina, la botella no se vacía, la droga no pierde efecto y la música es infinita. En su camilla, Sandra baila y baila…


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Violencia



Golpéame, fuerte con un martillo,
moja mi carne y mi ropa con gasolina
y enciende el conjunto con un cerillo.
Electrocútame en agua en una gran tina,
estalla mis piernas con una mina,
y tritura mi cuerpo con un hacha.
Hazme lucir una terrible facha.

Rompe mis huesos, desgarra mis músculos.
Coloca venenos en mi agua y alimento,
y provócame dolores mayúsculos.
Dime vilmente: "Te va doler, no te miento"
y sigue hasta quedarte sin aliento.
Aséstame, rápido, una tras otra
mil puñaladas en la carne rota.

Asfíxiame, quítame el vital gas,
ahógame, bajo el oscuro y frío mar.
Todo aquello de lo que eres capaz,
hazlo con astucia, e impídeme escapar.
Por la espalda procede a engarfiar,
deja correr, fluida, la sangre roja,
no sientas jamás ninguna congoja.

De hipotermia, de sed o inanición,
mátame lento, despacio, no desesperes.
Sácame los ojos y la visión,
entre las sombras podré ver quien eres.
Las armas no te serán menesteres,
Libera tus bestias, que me devoren,
envía a los lobos, ¡que no demoren!

¡Córtame! raja mi rostro y mi ser,
desfigura, tritura, corrompe y profana,
Tortura, quítame todo placer,
Elimina mi existencia, mísera y vana.
No olvides en mí ni una parte sana.
¡Dispara, vamos, fuego a discreción!
Ya estoy en la mesa, haz la disección.
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Matemáticas del Mingitorio.



Un urinario, es un dispositivo de pared que se utiliza para recibir desechos humanos líquidos. Comúnmente se le puede encontrar en lugares donde haya servicios sanitarios públicos, especialmente dentro de éstos, y casi únicamente en el de caballeros.
mingitorio (1)

Quizás Ud. nunca haya visto uno, pero le aseguro que sí existen, y además me atrevo a decir que sé utilizarlos.
Por lo general puede encontrárseles como muestra la imagen, uno al lado de otro. A veces tienen más distancia entre sí, a veces menos; en ocasiones hay barreras de madera u otro material entre uno y otro, para ofrecer más “privacidad”. Lo que no saben los ingenieros, arquitectos y diseñadores de cuartos de baño (aparentemente, al menos), es que existe una regla por la que se rige cualquier hombre que entre a tan necesario lugar.
La regla es: un hombre NUNCA se sitúa justo al lado de otro en los urinarios(salvo en circunstancias especiales, muy raras, descritas en los apéndices A y B) a la hora de aliviar su necesidad biológica. Ello es debido a miles de años de evolución de la mente masculina en lo que a evitar situaciones sociales en las que la comparación o competición se refiere.
Todo lo anterior nos lleva a una situación—bien conocida por el querido lector, si es hombre y ha estado alguna vez en tal situación—que describo a continuación: El primer hombre en entrar a un cuarto de baño, escoge inmediatamente el urinario que esté más alejado de la puerta. El segundo, escoge el que esté más lejos del primero. El tercero escoge el que lo mantenga más alejado de los dos anteriores, y así sucesivamente, pero SIEMPRE dejando de por medio al menos un urinario de distancia del individuo más cercano.
Lo anterior significa que si hay, digamos, cinco urinarios, ordenados como A B C D E, primero se ocupará  E, luego A, luego C y el que llegue luego tendrá que hacer cola o romper las sagradas normas, generando incomodidad y alienación a sus congéneres.
BAÑO EF
La eficiencia será del 60%. Irá disminuyendo conforme aumente la cantidad de urinarios, pero nunca será 50%
Sin embargo, la eficiencia se ve terriblemente reducida cuando hay un número par de urinarios, ya que siempre quedará un urinario extra sin utilizar. Pongamos el caso del cuarto de baño A B C D E F. Lógicamente, el orden de ocupación será: F –> A –> D (más alejado de la puerta)  y… se acabó. El siguiente no puede ser B porque queda al lado de A, ni C porque estaría junto a D.
BAÑO INEF La eficiencia será del 50%, siempre que el número de urinarios sea par.
El baño más eficiente es aquel con un solo urinario. El de tres urinarios tiene una eficiencia del 66.6~%.
Al darme cuenta de todo aquello, decidí que tenía que hacer algo para ayudar a mis amigos ingenieros a solucionar el problema de calcular el número máximo de usuarios que pueden tener los cuartos de servicio dado del número de urinarios.
Y la respuesta vino en forma de la siguiente ecuación:
Dado que U sea número de urinarios, y H la cantidad máxima de hombres que pueden estar en el baño, 
H = (U div 2) + (U mod 2)
Es decir, que H siempre será igual a la suma de la división entera de U entre dos y el resto de esa misma división.
Para el primer caso expuesto más arriba:
U = 5   
H=(5 div 2)+(5 mod 2)
H=(2) + (1) = 3
Para el segundo:
U = 6
H=(6 div 2 ) + (6 mod 2 )
H=(3) + (0) = 3
Espero que le sea de suma utilidad esta información si es usted ingeniero, arquitecto o diseñador de baños.
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El Último Hijo



Despertó. La pantalla mostraba que sólo había dormido tres horas. También que su pulso cardíaco estaba muy por encima de lo normal. Respiraba rápido, y sudaba. Había tenido otra vez el mismo sueño. Se levantó, y fue hasta la salita. Le pidió al robot de servicio un café. Luego sacó un paquete de cigarrillos de un estante, extrajo uno y lo encendió. Un minuto después el robot retornaba obedientemente con la orden que se le había pedido.

- ¿Cómo se encuentra hoy? – preguntó con su voz, casi perfectamente humana.

- Mal - le respondió secamente Adán.

- ¿Hay algo más que pueda hacer por usted?

- ¿Hay algo más que puedas hacer por mi?

- No puedo procesar la orden señor.

- Entonces métete en tu armario hasta que te llame.

- Sí señor.

El robot obedeció de nuevo, dio unos pasos hacia la pared y se abrió una puerta vertical. Desapareció en el interior y la puerta volvió a cerrarse, sin dejar rastro. Adán estaba totalmente desalentado y confuso. No había nada que él pudiera hacer ya.

A pocas horas de haber llegado al mundo cientos de sensores le fueron implantados por todo el cuerpo por el cirujano robot, que monitoreaban constantemente su estado físico. Había vivido rodeado de robots, computadoras y toda clase de aparatos complejos. Sólo él, en ese enorme laboratorio a dos mil metros bajo tierra. Y únicamente había salido una vez, por el pasillo que se le había indicado. Durante toda su vida, fue celosamente protegido, cuidado y atendido por cientos de robots y dispositivos por toda su “casa”.

- No puedo creerlo, simplemente no puedo creerlo – dijo con la voz entrecortada, y se derrumbó, llorando.

Tenía veinte años. Y era el único humano en ése laboratorio, la instalación número siete. Había con él dos gatos, un perro, y una pecera con algunos pececitos dorados, a los que él les había dado la vida.

- ¿Por qué? ¿Por qué no tuvieron la previsión? ¿Por qué los hombres en uno y las mujeres en otro? – Y siguió llorando, abatido, y completamente solo.

Una vez se hubo repuesto, caminó hasta el laboratorio médico y buscó el diazepan. Se tomó un par de píldoras y luego de un rato se sintió mejor. En una esquina de la pared se leía “Centro Médico” y abajo otro, muy conocido para él, “Proyecto HH”.

Preparó una fuerte dosis de diazepan en una jeringa, le añadió algo de suero y comenzó a buscar en el resto del armario. Añadió una generosa cantidad de morfina, y luego sumó cianuro de potasio a la mortal mezcla, traído de la instalación científica. Sabía que no percibiría nada, sólo la aguja. Caminó hasta su habitación y la obstruyó desde dentro. Las alarmas se dispararían, así que las desactivó. Colocó a la computadora en un ciclo eterno de música, reproduciendo casi la totalidad de la producción musical del mundo una y otra vez, lo que haría que la energía de toda la instalación se consumiera en unos dos mil años. Luego apagó todos los demás sistemas.

- La última gran fiesta – pensó.

Se estiró sobre su cama y encendió otro cigarrillo.

El Proyecto Hijos De La Humanidad tenía como único propósito el salvaguardar la especie humana. Cuando se anunció la guerra, recibió todos los fondos que no eran destinados a dispararle al enemigo, y todo estuvo listo al cabo de seis años. El Proyecto consistía en excavar siete imponentes instalaciones a dos kilómetros de profundidad. En una serían reservados fetos y embriones de unas tres millones de especies de plantas y animales, incluidos algunos insectos y algas marinas y de agua dulce, todos aquellos que pudieran servir para el hombre, y otros por ser importantes para regenerar ecosistemas completos. También se encontraban todos los medios para gestar y madurar los embriones. En la segunda instalación, que era la más grande, había un inmenso terreno techado de cien hectáreas de tierra cultivable, con excelente iluminación, capaz de provocar la fotosíntesis, y estaba equipada con robots que podían sembrar, cuidar y cosechar en su debido tiempo cualquiera de las mil doscientas especies de plantas que allí se podían producir, una vez que los embriones se germinaran en la primera estación. En la tercera había una enorme biblioteca computarizada donde se podía encontrar la mayor parte del conocimiento humano. La cuarta instalación estaba diseñada para mantener hasta quinientas personas, era un complejo habitacional donde todo era controlado, desde la temperatura del aire hasta la música de fondo, si la había. La quinta era la mas pequeña, una guardería y centro médico automatizado, con capacidad para unos veinte bebés y doscientos pacientes, respectivamente, completamente equipada con robots cirujanos, enfermeros y de servicio. La sexta y séptima eran la obra maestra de la ingeniería de finales del siglo XXII. Allí estaban los ocho Adanes, en la sexta, y las ocho Evas, en la séptima. Combinaban la funcionalidad de las instalaciones numero uno, tres, cuatro y cinco. Todo era alimentado por un depósito subterráneo de agua de cincuenta millones de litros, y baterías y generadores atómicos. La comida era generada sintéticamente por máquinas alimentadoras, que podían preparar un menú de miles de diferentes comidas y bebidas, desde simple “arroz” blanco hasta alimento para perros, y desde “jugo de naranja” hasta gaseosas del mismo sabor, o “café mocaccino”. Las siete instalaciones estaban dispuestas de la siguiente forma: Las primeras cuatro, en forma de rombo, la quinta en medio de ellas, la sexta conectada con la primera y la séptima con la tercera, de modo que quedaran en lados opuestos.

Robots, computadoras y grabaciones cuidarían, educarían, alimentarían y se encargarían incansablemente de las últimas dieciséis esperanzas de la humanidad, desde el momento de su nacimiento hasta que estuvieran los suficientemente maduros (y sexualmente desarrollados) para ser guiados a las demás instalaciones. Esto sucedería cuando tuvieran precisamente diecisiete años.

Veinte años antes, toda la instalación sufrió la terrible onda de choque de una bomba perdida. Dos mil metros mas arriba había un enorme cráter de cien metros de profundidad. Los sistemas pasaron a energía de emergencia mientras miles de robots de reparación se desplazaban por todas partes. El daño no fue grave, pero bastó para privar de vida los embriones de siete de los varones, quienes sufrieron una terrible pérdida de oxígeno, debido a que el sistema de esas siete cápsulas no se reparó a tiempo. Sin embargo la que quedaba bastaría para evitar la extinción de la raza humana. Eso lo sabía Adán, mientras se le explicaba todo con detalle, en una grabación programada para cuando tuviera edad suficiente como para comprenderla.

“Ustedes son el futuro. No deben cometer el mismo error que nosotros. Jamás peleen entre sí. Han sido traídos al mundo como la búsqueda de nuestro perdón y continuidad. Les deseamos un futuro feliz. Pasarán muchos años antes de que se vean forzados a salir de ésta instalación, y para entonces los residuos radiactivos habrá sido limpiado en su mayor parte en las cercanías de la instalación por robots especialmente diseñados para esa tarea. Reprodúzcanse y háganse muchos y llenen la Tierra. Perdónenos por nuestra estupidez, esperamos que nunca vuelva a sucederle a nuestra raza que nos llevemos al límite de la extinción. Ahora, las ocho hembras deben estar viendo ésta grabación, después de la cual serán conducidas al nivel habitacional al igual que ustedes. Buena suerte y nuestros mas sinceros deseos de felicidad, esperamos que tengan una vida plena y hermosa, ya que ustedes son los últimos y los primeros Hijos de la Humanidad”.

Dieciséis habitaciones de la instalación número cinco se pusieron en marcha, y Adán fue conducido por un robot guía que nunca había visto hasta una de ellas. Esperó. No se presentaba nadie.

-“Tal vez la grabación de las hembras se ha retrasado” – pensó.

Dos largos días después, Adán le pidió a un robot que lo llevase hasta la instalación número siete. Y entonces lo supo todo.

Ahora, el cigarrillo se había terminado. Había comido langosta de verdad, criada por él mismo y un buen vino. Había preparado también todo para que en cien años se gestaran animales y fueran liberados fuera de la instalación.

- Al menos, no permitiré que se extinga toda la vida, en el peor de los casos – se dijo – al menos redimiré a la humanidad.

Entonces comenzó a recordar aquel día, tres años atrás.

Años antes, una bomba cayó justo por encima de la estación número siete, dejando un enorme cráter de cien metros de profundidad. La onda de choque dejó sin vida a siete de los ocho varones en la instalación seis. Él era el único superviviente. Pero en la instalación siete, sucedió la peor catástrofe en la historia de la humanidad. Luego de diecisiete años, allí, justo ante él, había una monumental tubería, taponando la puerta de la sala de gestación. Una docena de robots de mantenimiento, reparación, y emergencias estaban allí todavía, sin energía desde hacía años. Trepó por encima de la tubería y lo que vio lo invadió de horror. Allí estaban las ocho cápsulas embrionarias, y dentro de ellas, un líquido espeso y oscuro. Entonces entendió lo que aquello significaba.

Tras tres años de preparativos, todo estuvo listo. Clavó la aguja en su brazo y apretó la jeringuilla.

Mucho después, se pueden percibir los acordes del “Invierno” de Vivaldi fuera de la habitación 1-A de la estación cinco, a la que se le ha bloqueado la puerta desde dentro. Adentro, reposa un esqueleto sobre la cama. Allí yace Adán, el último hijo de la humanidad.


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Se fue de viaje



Marzo

En la casa de Eusebio y Edilia había actividad ese día. Estaba la familia reunida, los hijos, animados, conversando con los viejos. Mientras tanto afuera los nietos corrían y reían haciendo sus travesuras de niños. Todos eran tremendos; salían corriendo a tocarle la barrigota al abuelo, y Edilia los reprendía otra vez para afuera, a donde salían corriendo y haciendo bulla. Eusebio les ponía mala cara para que agarraran escarmiento, pero después se reía. Siempre estaba de buen humor.

A la hora de la comida sentaron a la muchachera en la mesita pequeña, mientras los adultos comían y echaban chistes y hablaban de cosas importantes y banales por igual. Los niños hacían poco desastre, eran ordenados a la hora de comer, por lo menos. Todos los primos se llevaban bien. Edilia comía siempre con una copa de vino, muy elegante. Rosa, la hija menor, la emulaba, aunque solo en su presencia, puesto que su esposo no era muy partidario de beber todo el tiempo. Andrés, el mayor de los cinco, conversaba siempre con la voz más alta y se reía ruidosamente. Eusebio siempre había sentido adoración por su hijo mayor, y eso que toda la vida se habían llevado tempestuosamente. Sin embargo con los años se habían hecho grandes amigos.

No era el caso con José, el segundo. Siempre había sido muy callado y obediente, pero a la larga se había distanciado mucho de su padre—Eusebio siempre lo trató con más rigor que a Andrés—pero nunca lo trató mal. Solo era así como habían sido las cosas. De todos modos Andrés lo convencía fácilmente para ir a ver a su papá. Ana María, la esposa de Andrés, se fue junto con Rosa para la cocina a ayudar a Edilia con los platos. Los hombres se fueron afuera, y las mujeres disponían de la mesa, el corotero y los niños.

José se puso a discutir con Miguel—el cuarto de la línea—sobre por qué  éste último no estaba trabajando, que si se tenía que conseguir una mujer y casarse de una vez, que no había terminado de estudiar. Miguel era joven todavía, y quería ser fotógrafo, cosa que ninguno parecía entender a excepción de Andrés, que había heredado el buen ánimo del padre. Eusebio se ponía tenso cuando discutían. Edilia empeoró las cosas cuando salió de la cocina ya un poco bebida y se puso a recriminarle a José el hecho de que se metía con el hermano. Pero entonces también se puso a regañar a Miguel. De pronto la vida de Miguel se volvió el tema de conversación. Andrés, Ana María y Rosa lo defendían, mientras que Edilia montaba el zaperoco, ayudada por José. Teresa, la esposa de José, permanecía callada: ella estaba de acuerdo en que Miguel era un vago, pero quería mucho a su cuñado y no le gustaba que lo trataran así. En medio de todo el barullo, Eusebio se quedaba mudo. Los problemas siempre le hacían molestar mucho y no podía hablar, había sido así desde joven. Abrió la boca solo para reprender a Edilia, y su voz nerviosa los sacó a todos de la discusión.

Eusebio se levantó y se fue a buscar a sus nietos. Adoraba a los niños de sus niños. Los encontró encaramados unos en un chinchorro, y el resto jugando tranquilitos con tierra y unos camioncitos de juguete, niños y niñas. Estaban asustados por la discusión de los grandes, pero ver a su abuelo les tranquilizó en seguida. Sabían que si ése viejo gordinflón y moreno estaba con ellos, todo estaría bien. En seguida les cambió el ánimo y se pusieron a jugar con él. Los más grandecitos, los hijos de José, se le subían en la barrigota y el hacía como un globo que se desinflaba. Se morían de la risa. Eusebio estaba feliz con sus nietos, pero el arrebato le provocó un dolor de cabeza terrible.

Llegó la noche, era hora de irse y se despedían todos. Eusebio les dio la bendición a sus hijos y nueras. Edilia hizo lo mismo con poco ánimo, estaba mareada por la bebida. Luego que se fueron, le reclamó al viejo que le haya mandado a callar en frente de los hijos. El dolor de cabeza aumentó.

Junio

Rosa y Miguel se fueron de viaje para Margarita, y se llevaron a sus padres. Ellos vivían cerca, Miguel nunca se había casado y Rosa era ya divorciada, por lo que alquilaron entre los dos un apartamento a unas cuadras de la casa de los viejos. Iban para Margarita. Edilia siempre se ponía de un humor muy apacible cuando iban allá, porque allí se habían ido de luna de miel treinta y cinco años atrás. Amaba la isla, y amaba a su esposo. Él tomó el volante por unas horas para que Miguel descansara, y para darle tiempo de tomar algunas fotografías del viaje. Rosa se llevó a Carlos Javier, de cinco años, a su primer viaje más o menos largo. El niño iba durmiendo en las piernas de la mamá.

Edilia le indicaba el camino a su esposo, porque ya no veía del todo bien los carteles en la autopista. Le dijo que en la siguiente bifurcación debían tomar el camino de la derecha. Eusebio se fue a la izquierda. Edilia le pegó un grito, y Eusebio se detuvo en la siguiente estación de servicio. Se sentía mareado, y notó con preocupación que no podía distinguir la izquierda de la derecha. Miguel  manejó hasta el puerto, tomaron el ferry, y el viaje continuó y terminó normalmente.

Septiembre

La salud de Eusebio se estaba deteriorando. Con casi setenta años, eso podría lucir normal, pero no sólo eran sus piernas y su espalda lo que le daba problemas. Algo en su cabeza no estaba bien. Se confundía con demasiada facilidad en cosas que había hecho toda la vida, como tomar correctamente el cepillo de dientes a la primera, o amarrarse los zapatos. “Me estoy poniendo viejo, es todo”—pensaba para sí. Siempre tenía a Edilia allí para ayudarle, aunque a veces bebía un poco más de la cuenta o le hacía molestar.

Andrés pasó de visita. Le dijo que se estaba poniendo flaco. Llamó por teléfono a Rosa solo para reclamarle por la salud del viejo, porque ella era la que vivía más cerca y tenía que estar pendiente de su padre. Andrés no se dio cuenta, pero Eusebio lo escuchó, y se alteró. Rosa no tenía la culpa de todas formas. Además él ya era viejo, y Rosita no tenía por qué estar todo el tiempo cuidándole; además, siempre tendría a Edilia. Otra vez el dolor de cabeza, como una puntada detrás del ojo derecho. Se desmayó.

Febrero

Eusebio no hablaba mucho. Ya había salido del hospital, pero el infarto cerebral casi le había quitado el habla. Pensaba mucho, en su hijo Miguel que se había ido para el exterior, y en Rosita, que después de acompañarlo en el hospital un par de semanas dejó de ir, y fue Yelitza quien se quedó con él el resto del tiempo. Rosita se había trastornado mucho, y empezó a dejarle al niño a Andrés para salir en las noches. Pensaba sobre todo en Edilia. Su esposa había empeorado mucho con la bebida. Siempre había tenido un problema con eso, al punto en que lo dejaba solo a veces para irse al bingo toda la tarde, y llegaba en la noche bebida. Eso le angustiaba mucho.

Yelitza estaba en la casa. Su hija mayor no dejaba de visitarle nunca; conversaban lentamente por las tardes cuando Edilia dormía, después de beber desde temprano.  Esperaba que se le terminara de pasar la dormidera de la boca para poder hablar como antes, echar chistes y contar sus cuentos como siempre. Pero no mejoraba. Ya no podía amarrarse los zapatos, tampoco podía abotonarse la camisa ni estar de pie  mucho rato. Sin embargo, le alegraba ver a su hija y a sus nietos cada vez que iban para la casa. Entre ellos y Edilia encontraba las fuerzas para no dejarse vencer.

Julio

A Eusebio se lo llevaron otra vez al hospital. Se había quejado de un dolor de cabeza muy fuerte y poco después se quedó parado en medio de la cocina, mirando fijamente un vaso mientras que con la mano sostenía una jarra totalmente derramada en el suelo. Estuvo así hasta que ente Edilia y Yelitza lograron moverlo hasta una cama, un rato antes que llegaran los paramédicos. Tuvo otro infarto cerebral. Esta vez estaría en el hospital más de dos meses.

Octubre

Eusebio despertó en una casa de cuidados en Caracas. Andrés y José se habían ocupado de conseguirle una habitación para que le atendieran lo mejor posible, ya que Yelitza estaba agotada y deprimida, y Edilia no paraba en la casa. No entendía que estaba pasando. Llamaba a su esposa. Estaba asustado porque no podía articular más que su nombre, y no podía pensar concretamente en nada.

Por la tarde ese mismo día llegó Edilia. Se tranquilizó, ella estaba ahí. Se quedó a su lado hasta el día siguiente, y se fue a casa a buscarle ropa limpia y otras necesidades. Una enfermera llegó y le administró algunos calmantes.

Despertó. Yelitza esta en un sillón al lado de la cama, dormida. Quiso llamarla, pero no encontraba las palabras. Al rato se desesperó y llamó a Edilia. Yelitza se movió, abrió los ojos y se movió como un relámpago hasta su lado.  Se quedó cerca de él hasta que llegó Edilia. Yelitza se fue. Edilia se quedó allí esa noche, aunque se durmió rápidamente. Olía a brandy.

Andrés llegó al día siguiente temprano. Habló con los enfermeros. Besó a su padre. Se fue a trabajar. Más tarde esa noche lloraría.

Diciembre

Yelitza encontró a su papá amarrado a la cama. Eusebio despertó, pero no estaba allí. Su cerebro sólo se activaba por unos escasos segundos todos los días, y llamaba a su esposa. Una enfermera llegó para desamarrarlo y asearlo. José discutía con los médicos por haberlo amarrado, o seo le pareció por momentos. Alguien abría la ventana pero el tenía los ojos cerrados. Edilia.

Enero

Eusebio sentía hambre. Yelitza lo ayudaba a masticar. No sabía cuanto había comido. “Edilia”—Lo único que decía era el nombre de su esposa. Edilia se quedaba con él varios días a la semana. No reconocía a sus hijos. Ni siquiera a Yelitza, aunque su voz le calmaba. Solo podía pensar en Edilia.

Febrero

Un relámpago cruzó su cerebro. “¿Qué estoy haciendo aquí?”—Se preguntó. Volvió a irse. Una semana después otro destello de consciencia “Yelitza, hija mía, ¿Qué estás haciendo?”. “¡Edilia!”—Llamaba. Si estaba ahí, venía corriendo, pero se encontraba con que su esposo ya se había ido. Su mente no estaba, estaba en otro lugar, o en ninguna parte. Se iba a beber y jugar al bingo.

Abril

No más destellos de consciencia. Eusebio ya no existe, es una carcasa vacía. Eusebio ya no está, se ha ido. Tantas rabias, tantas preocupaciones durante su vida le habían finalmente obligado a irse. Se fue lejos, donde Edilia no está para darle dolores de cabeza. Pero a veces, en las noches, cuando duerme su cuerpo y su lastimado cerebro intenta volver de ninguna parte, él todavía la llama. “Edilia”—Susurra en voz baja. En el día se toca a veces los genitales, y una enfermera le da de comer.

Mayo

La abuela no hace sino beber y jugar en el bingo, Yelitza ahora trata de cuidarla a ella, pero con poco éxito. Miguel se devolvió del exterior y se está ocupando de Rosita, que le ha estado siguiendo los pasos a la mamá. Andrés y José trabajan, y tratan de no pensar en su padre. Por las noches, a veces, Andrés llora. Los niños preguntan por el abuelo, a lo que José les responde que está en una casita donde lo cuidan porque está enfermo, y que no lo pueden visitar porque está durmiendo.

¿El abuelo? El abuelo hace ya tiempo que no está. Su cuerpo duerme en una cama y come con la ayuda de alguien para masticar. Sus únicos reflejos son el de tragar, pestañear y una que otra función corporal. Está flaco y ya no recibe visitas más que ocasionalmente. Le crece la barba, el cabello y las uñas, y siempre alguien se los corta. Los médicos dicen que ya no durará mucho más, porque pronto sus funciones básicas dejaran de responder. Pero hace tiempo que el abuelo se fue. Y donde quiera que esté ahora, está llamando a Edilia.


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Nocturno de Chopin



Música. Solo escuchaba música, que inundaba todo y difuminaba mis pensamientos. La música era triste, podía sentir como me rompía el alma, como la enviaba a un abismo y la destruía, la quemaba, la consumía. Luego con suavidad volvía a construirla, con la única intención de volver a deshacerla. Hacía mucho tiempo que la escuchaba. Ya no podía recordar cuanto, ¿una hora? ¿una vida?

Mis músculos estaban dormidos. El movimiento era imposible, y el esfuerzo, inútil, completamente sofocante. No podía despertar, no estaba durmiendo. Tampoco podía dormir, porque no encontraba mi consciencia. Simplemente me mantenía catatónico en ese estado de trance, sin poder hacer nada, excepto escuchar la música eterna, que sonaba sin pausa más que para volver con más fuerza.

No hacía calor en mi “lugar”. No hacía frío. En realidad no podía percibir si hacía una cosa u otra. Al abrir los ojos, era como si estuviesen cerrados, cerrados por siglos, y no podían ver. Los moví a mi alrededor, buscando imágenes. Todo aquello era una penumbra, una masa sin forma.

Entonces pude ver una luz. Era brillante, inundaba cada rincón y llenaba de  colores todo aquello que me rodeaba. Brincaban los amarillos, refulgían los rojos y estallaban el verde, el naranja y el violeta. La luz se movía. Bailaba, revoloteaba por todas partes. Como un fuego fatuo, una llama en el agua moviéndose al vaivén de las ondas. Con la luz venía otra música, diferente, majestuosa. Era imponente como trompetas y delicada como violines. Me acerqué a la luz: ¡Podía moverme!

Con dolor  extendí  mi mano entumecida, para intentar alcanzarla. Era cálida, y entonces descubrí que yo mismo estaba helado. Cada vez con un dolor más intenso, me estiré un poco más. Casi logro tocarla. Pero la luz se asustó. Por el frío o por la oscuridad o por mi ímpetu, nunca lo sabré. Se fue haciendo menos brillante mientras se alejaba. Ya no escuchaba las trompetas. La penumbra volvía, y el último destello desapareció en la distancia, donde pude ver una silueta horrenda que se acercaba a mi luz. La silueta la tomó y se alejó.

Escucho música. Una música triste que no termina.

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Fantasía Microsoft



El veloz murciélago hindú comía feliz cardillo y kiwi. La cigüeña tocaba el saxofón detrás del palenque de paja.

El feroz cocodrilo bailaba al son de la melodía que la cigüeña producía, mientras que en el lago, las ranas saltarinas se decían cosas al oído. Bajo el árbol de naranjas oscilaban las luciérnagas, danzando de aquí para allá rápidamente, como veloces helicópteros.

Los lobos aullaban a la Luna, aunque todavía era de día, mientras que el león retozaba sobre un montón de hierbajos secos, contemplando al rebaño de jirafas que corrían para protegerse de los mosquitos. Éstos volaban en formación de combate, aguijoneando a las jirafas, hasta que finalmente un mono les hizo huir amenazándoles con un espino. Las ardillas voladoras planeaban velozmente junto al murciélago hindú, que ya había terminado su comida, entre las ramas de los baobabs y las palmeras siberianas.

Cayó la noche y la cigüeña terminó su canción. Los lobos ahora aullaban a la Luna con razón. Todos los animales se fueron a dormir, a excepción del murciélago hindú, que ágilmente revoloteaba por doquier.
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Pequeñas tragedias



-¡Ya no puedo soportarlo más! ¡No puedo! Oh, pobre de mí. La vida no ha hecho otra cosa que traerme desgracias. Vivir ahora carece de sentido, ahora que mi gran amor se ha ido con aquel ser tan despreciable. Soy el hazmerreír de todo el mundo, mi dignidad ha sido pisoteada, mi masculinidad insultada… Esto no puede continuar. Mi vida no puede continuar, no puedo vivir sabiendo que hice lo que hice, que todo mi ser ha sido destruido, y que no me queda nada. ¡Adiós, oh mundo malvado y ruin! ¡Adiós, degenerado Universo, que te enorgulleces de hacer de mí una masa informe de sufrimiento y pasiones destruidas! ¡Adiós! ¡Aaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhhhhhhhhh!
El piojo se subió a uno de los pelos que le sobresalían más a Nathalie. Dijo su lamentable discurso, y se lanzó, precipitándose aceleradamente hacia el suelo. Por supuesto, a excepción de mí nadie lo notó. Pude ver como el piojo caía y caía despacito, frenándose por la resistencia del aire. Finalmente, tras casi medio minuto, golpeó el piso, y su pequeño cuerpecito se rompió, matándole. Pude oírlo gritar hasta quedarse sin aliento varias veces en ése tiempo, con su vocecita de piojo:
-¡Aaaaaaaaaaahhhhhhhh! –Exclamaba. Luego, una inhalación profunda, y continuaba con otro gritito-¡Aaaaaaaaaaaaahhhhhh!  –una y otra vez.
No obstante el dramatismo y el sentimiento de las palabras del piojo, él mismo era tan pequeño y tan poco notable que no me importó ver el pequeño punto gritando y cayendo hacia una muerte segura. Pude haberlo impedido, pero lo diminuto de su tragedia me parecía tan absurdamente insignificante, que no quise moverme. Además estaba ocupado, cocinando.
-¿Qué miras? –Preguntó Nathalie. –Nada. –Dije, y seguí cocinando. El punto en el piso no se movió.

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